Ética medieval y renacentista.


 ÉTICA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

a) La patrística.

Los maestros de la patrística tenían como objetivo central hacer una interpretación de las sagradas escrituras y de la tradición judeo-cristiana. Dicha labor fue emprendida con la ayuda de algunas ideas derivadas de la filosofía griega y romana. La ética en este momento pasa a ser explicada desde el ámbito religioso y filosófico. Dos ideas son desarrolladas en este momento:

1) Clemente de Alejandría sostiene que mediante el ejercicio de la razón natural, algunos de los filósofos de la antigüedad habían llegado a conclusiones adecuadas al tipo de vida idóneo para los seres humanos. Dichas conclusiones coinciden en algunas partes con la doctrina moral cristiana. El descubrimiento particular realizado por la filosofía griega y que a su vez interesaba a los padres de la Iglesia era el de razonamiento práctico. Éste se entiende como una facultad con la cual se puede elegir la forma correcta de actuar.

En esta misma línea, San Jerónimo desarrolla el planteamiento por medio del cual existe en todos los hombres un recurso innato que ayuda a los hombres a llevar una vida buena o a caminar hacia la virtud. Con el término synderesis, este padre de la Iglesia pone de manifiesto que en el hombre hay una facultad encargada de distinguir entre el bien y el mal. Bajo esta capacidad se puede realizar un discernimiento entre los actos buenos y malos.

2) Platón y algunas tradiciones místicas antiguas presentan la doctrina de la purificación moral. Ésta se comprende como la huida del alma lejos del mundo. Lo anterior se hace presente en algunos de los escritos de Plotino. Más adelante, dicha doctrina es introducida al cristianismo patrístico por Orígenes. Éste planteamiento fue generalizado por Gregorio de Nisa, Dionisio Areopagita y Scoto Eriúgena.

En esta línea, San Agustín se da cuenta como Dios dota a cada hombre de una conciencia con la cual puede conocer la ley moral. Pero, al ir más allá, descubre como ese conocimiento no basta para la virtud. Ésta exige necesariamente el dirigir la voluntad hacia el bien. Para lograr lo anterior, Dios ilumina el alma mediante una revelación de su propia bondad. En este momento el alma se carga de amor por la perfección de Dios. Pero se necesita un elemento fundamental: la voluntad debe esforzarse por lograr la unión con él. Aquí se puede afirmar como la valoración de los actos morales se da cuando las actuaciones individuales están de acuerdo con el plan divino. Es decir, los actos del ser humano deben estar en consonancia con la ley de Dios.

Dionisio Areopagita considera el mérito que la voluntad debe tener para llegar a configurarse con lo divino. Él afirma como una acción es buena si su tipo, motivo y resultado también lo es. Pero si algún elemento de los citados con anterioridad es malo, la acción puede considerarse como negativa.

2. La escolástica

En el desarrollo de la patrística y en el inicio de la escolástica la discusión moral pasó a ser de carácter teológico. Su punto de trabajo se ubicó en dos asuntos:

a)           presentar las cuestiones normativas acerca de qué virtudes cultivar, qué acciones evitar y qué metas perseguir.
b)           establecer la estructura general de la moralidad. En principio dicha labor no fue algo sistemático.

En esta misma tónica, San Anselmo empezó a fomentar una discusión más ordenada. Adopta el planteamiento de San Agustín el cual afirma cómo la gracia de Dios induce en el alma una disposición para avanzar hacia el bien. En este momento las acciones deben estar en consonancia con lo que quiere el mismo Dios. Pedro Abelardo reconoce como la voluntad del sujeto debe estar de conformidad con el proyecto de Dios. Un acto realizado por el individuo se considera como bueno cuando  asume dentro de sí la ley divina.

Santo Tomás intenta sintetizar el pensamiento griego y la doctrina cristiana en una sola filosofía. En el campo de la ética, él se dedica a presentar cómo los paralelismos entre las ideas de virtud originadas en la antigüedad y las producidas por el cristianismo pueden desarrollarse para establecer un fundamento racional de la moral y demostrar con ello una formulación de la virtud verdadera la cual pudiese ser vinculante para cualquier ser humano dotado de la facultad intelectiva.

El doctor Angélico logró, desde lo anterior, suscribir una concepción racionalista dentro del pensamiento moral. Su contacto con los escritos de Aristóteles le permiten llegar a buen término en dicha labor. Únicamente bajo el auspicio de los escritos del maestro griego se pudo crear una forma de eudemonismo consecuencialista. Éste significa que la acción recta es la conducta la cual tiende a promover o de hecho realiza la consumación del ser humano.

3. Renacimiento.

Hacia el siglo XIII y XIV la reflexión ética tomó dos caminos distintos. El primero intenta continuar con la propuesta Aristotélica y la teoría tomista. El segundo se encamina, más bien, por una reacción en contra de la escolástica y de la tradición predominante hasta el momento.

En cuanto al primer movimiento es bueno decir como la tradición aristotélica continuó evolucionando. Esta corriente tuvo dos direcciones:

a)           Italia: un grupo de escritores y científicos naturalistas radicados en la ciudad de Padua se remontaron a los trabajos de algunos averroístas y a su vez al mismo Aristóteles donde encontraron la fuente de una teoría ética totalmente congruente con su manera de ver el mundo. Su principal representante es Pietro Pomponazzi.

b)           La península Ibérica: la tradición tomista persiste en este territorio con un grupo de pensadores neoescolásticos católicos.  La teoría desarrollada en esta parte del hemisferio fue la de exponer y comentar la obra de Santo Tomás y Aristóteles. El aporte de este grupo de pensadores a la tradición fue la de adaptar toda esta estructura de pensamiento a las nuevas circunstancias que el mundo estaba viviendo. Aquí se puede encontrar a Francisco de Vitoria. Él reflexionó acerca de la doctrina sobre la guerra justa, donde el factor predominante es la legitimidad para usar la violencia bajo la causa de la defensa de la sociedad. Suárez, en cambio, buscando ir más allá de las tesis de Santo Tomás y bajo la inspiración de Ockham reconoce la concepción por medio de la cual la voluntad del agente y la de Dios desempeñan un papel importante en la determinación de la vida moral de la conducta.

El segundo movimiento tuvo como objetivo en contra del Aristotelismo y sus posteriores reflexiones. Se inclinó por un regreso hacia las doctrinas platónicas. La raíz de este movimiento se encuentra en el auge de la ciencia empírica y la fragmentación de la unidad en la Iglesia católica. A su vez hay un redescubrimiento de los autores de la antigüedad  y un mayor disponibilidad de a sus textos. Nicolás de Cusa, por ejemplo, construye una explicación de la realidad según la cual hay un movimiento general de toda la humanidad hacia Dios, orientado por el amor místico. Éste trabajo tiene la inspiración de la metafísica platónica y pitagórica y la mística cristiana. La academia neoplatónica de Florencia, bajo el patronato de Cósimo de Médici continúa con dicha línea. Ésta se distinguió por las numerosas traducciones de los textos clásicos. Introdujo en el movimiento renacentista nuevas ideas, forjando así una forma diferente de pensamiento moral y social. Estos humanistas empezaron a fijar su mirada en el texto de la República de Platón encontrando en él un modelo perfecto para la expresión literaria de sus ideas. Dos figuras de este movimiento son: Marsilio Ficino y Giovanni Pico della Mirándola. Ficino al unir las ideas presocráticas y las agustinianas sobre la eficacia causal del amor como principio universal pasa a identificar esto con una noción generalizada de hombre, formando así la idea de humanidad como valor moral primordial.